La pequeña isla de Bahrein, en el Golfo Pérsico, es un centro de negocios y destino turístico elitista. Un paraíso de arquitectura de vanguardia y lujos asiáticos construído con el material del que están hechos los sueños: los petrodólares, los únicos capaces de realizar hitos imposibles.
Gracias a la potencia económica y organizativa del reino islámico, muy avanzado respecto a su entorno, el príncipe heredero, Salman bin Hamad, vio recompensado su esfuerzo con la concesión del جائزة البحرين الكبرى, el primer Gran Premio de Fórmula 1 en Oriente Medio.
La construcción del circuito de Sakhir, en una llanura desértica, corrió a cargo de Hermann Tilke y se convirtió en una prioridad nacional, a pesar de que la primera carrera se celebró antes de completar el plan: el Gran Circo se encargaría de colocar a la exótica Bahrein en el mapa.
El Circuito del Desierto, a pesar de no salir de los diseños clásicos de Tilke, de rectas largas, fuertes frenadas y una zona técnica, está en consonancia con la concepción insular como hotel de cinco estrellas y, por tanto, es excelente: seguro, bien gestionado y con personal muy cualificado.
Por otra parte cuenta con una característica distintiva exclusiva, nacida de su planteamiento como lucha contra un medio hostil; su ubicación en una llanura polvorienta castigada por el Sol, provoca la aparición de una preocupación insólita: las tormentas de arena. En el tratamiento de este problema Sakhir también sorprende, puesto que los comisarios participan en minimizar su impacto.
Aún sin la aparición de vientos fuertes es inevitable el depósito de partículas en suspensión, lo que perjudica enormemente el grip del asfalto, por lo que en días previos se aplica una ingeniosa solución: el rociado de adhesivo en los alrededores del Circuito del Desierto.
El setup se realiza a partir de la presencia de arena, puesto que es una complicación que influye más allá del grip; la conjunción del aire sucio con el calor extremo pone a prueba la resistencia de los monoplazas.
Los motores son la pieza a proteger por los ingenieros en unas condiciones literalmente abrasadoras; el Gran Premio de Bahrein es muy rápido y demanda una gran potencia, que además se ve desplazada a altas revoluciones debido al offset acústico provocado por el calor. La refrigeración, en consecuencia, debería ser muy grande teniendo en cuenta la temperatura y las exigencias. Sin embargo, para esta carrera es fundamental emplear filtros de aire dobles, puesto que el paso de partículas a los pistones supone un abandono seguro, y por tanto la gran decisión en los reglajes es el compromiso entre ritmo y riesgo.
En el mismo sentido los frenos también sufren terriblemente, aliándose en esta ocasión el entorno con el trazado, que exige deceleraciones bruscas seguidas de curvas rápidas, impidiendo su correcto control térmico.
Los neumáticos paradójicamente no suponen una gran preocupación, siempre que el coche se mantenga en la trazada, puesto que además de la ayuda externa activa en la limpieza de la pista, el propio diseño de la pista se aparta ligeramente de los estándares de Tilke en la zona técnica, bastante más suave de lo habitual para minimizar el impacto de la falta de agarre. Además la suspensión se configura para evitar el sobreviraje en las curvas más lentas, que puede acabar siendo prácticamente un derrape; un objetivo en el que estará apoyada sobre una carga aerodinámica que tenderá a ser alta.
El trazado es, básicamente, una sucesión de zonas rápidas y frenadas fuertes, lo que se traduce en su mejor cualidad: un gran número de puntos de adelantamiento.
Las Curvas 1 y 4, el lento final de largas rectas, son zonas arquetípicas de pasada, aunque la falta de grip fuera de la trazada obliga a ejercer mucha presión; a ellas se une la Curva 10, precedida por un giro abierto, y con menor importancia la séptima curva, el final de tres enlazadas de alta velocidad.
La parte final del circuito es la más complicada; el punto crítico es la Curva 13, situada entre un cambio de dirección muy rápido y la última recta, en la que si no se reduce correctamente el monoplaza es lanzado al exterior, sin agarre. La otra complicación es la Curva 14, un final de recta más arriesgado que la primera y cuarta, puesto que se hace más deprisa, empezando a frenar una vez que se ha iniciado la maniobra de giro.
Sakhir es un gran circuito, concebido como el espectáculo sin mayores complicaciones, en un entorno único y sin reparar en gastos.
Quizá su fallo sea, irónicamente, la seguridad, puesto que sus grandes escapatorias no penalizan a los que cometen errores; aunque por otra parte el implacable desierto se encarga de poner a prueba a los equipos en lo relativo a fiabilidad.
Uno de los mejores escenarios del Gran Circo, حلبة البحرين الدولية, el Circuito Internacional de Bahrein, el Circuito del Desierto, es una pista divertida y exigente sólo para los más completos, capaces de sobrevivir al calor y el bajo agarre con tantas oportunidades de adelantamiento.
De un par de ideas para ganar en los Goya del 2018
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Mi querido amigo Luis Ramón sugiere, *for free*, unas cuantas ideas de
tramas para obras cinematográficas que, a buen seguro, coparán los primeros
puesto...
3 comentarios:
A mí me gusta mucho este circuito, aunque reconozco que es complicado. Sobretodo, el giro 10, se me atraganta constantemente.
Suelo hacerlo con el Williams BMW de 10 cilindros de 2004, el de Juancho, y cada cuatro o cinco vueltas, en una de ellas pierdo el tren trasero justo antes de la curva.
Pufff, más de esto. jejeje.
Saludos.
No puedo estar más de acuerdo en lo de "Sakhir es un gran circuito, concebido como el espectáculo sin mayores complicaciones", aunque más que "sin mayores complicaciones" yo diría "sin ninguna complicación". Si no estuviera situado donde está, Bahréin sería un puñetero coñazo. Y digo sería por no decir "es".
A mí no me gusta nada, pero reconozco que hay al menos 3 puntos de adelantamiento más que en cualquier otro circuito (donde la media es de ninguno).
A ver si vienen ya a Europa.
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