22 diciembre 2006

Humor - Mensaje del Rey

Puede que haya sido difundido por correo hasta el infinito, que haya sido publicado en cientos de weblogs, pero me he reído tanto que sería injusto no hacer una referencia.

Porque no me gustan estos días llenos de tópicos, porque odio la planificación sistemática de este par de semanas, porque las circunstancias no me dejan disfrutar del Invierno y, sobre todo, porque esto no es más que un anticipo caótico de mi cumpleaños; por todo eso, es la primera vez que me siento identificado con el Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey, Juancar Uno.

11 diciembre 2006

Michael Schumacher

La temporada 2006 ha sido, por encima de cualquier otra definición, el fin de la era Schumacher.
Ningún resumen de sus dieciseis temporadas en activo puede reflejar lo que ha supuesto ver crecer a este excelente piloto hasta convertirse en uno de los grandes.
Su carrera se puede interpretar como el resurgir de Ferrari, el triunfo de Jean Todt o, sencillamente, el encuentro entre un genio y aquello para lo que fue creado.

Michael Schumacher es el hombre que ha ganado más Campeonatos del Mundo de Fórmula 1, el titular de la práctica totalidad de los récords y, quizá, el piloto más importante de la historia, un honor disputado con Juan Manuel Fangio, El Maestro.



La biografía del heptacampeón tiene un inicio común al de resto: conduciendo karts antes de aprender a leer, deslumbrando en categorías inferiores, hasta que un experto descubre que puede formar parte de la élite. El hombre que confió en Schumacher, unido a él desde el inicio de su carrera, es Willi Weber, su mánager, Mister DiezPorCiento; fue el que le consiguió su primera oportunidad, concedida por Eddie Jordan, que lo fichó inmediatamente después de verlo en un monoplaza.
Tres Grandes Premios después de su prueba pasó a la competición, en Spa, dónde consiguió clasificarse en la mejor posición de la escudería durante la temporada. A consecuencia de su brillante actuación, por petición de Flavio Briatore, Benetton lo contrató, dándole un coche para el siguiente Gran Premio.


Senna y Schumacher
Magny Cours, 1992

Desde 1991 hasta 1995 Schumi, ayudado por Briatore, hizo crecer el monoplaza menos competitivo de los líderes, detrás del Williams de Alain Prost y el McLaren de Ayrton Senna, hasta conseguir el Mundial de Constructores para Benetton y dos Campeonatos del Mundo, tras los que abandonó la escudería, camino de Ferrari.
Antes de la llegada de Michael Schumacher la Scuderia estaba caída en desgracia, trabajando con procedimientos desfasados que la alejaban de los equipos punteros. Se considera que uno de los mayores logros del piloto es la revolución en Ferrari hasta su situación actual, llevada a cabo junto a Ross Brawn y, sobre todo, Jean Todt, el estratega detrás de muchas de sus victorias.

Michael Schumacher consiguió, a lo largo de cinco años, que Ferrari se identificara con su técnica, con su ansia de victorias e, incluso, su imagen. En 2000 se inició la mejor racha vivida por un piloto de Fórmula 1, con cinco Campeonatos del Mundo ganados de forma consecutiva, llegando a vencer trece de los dieciocho Grandes Premios de la temporada 2002.
La colaboración de su compañero Rubens Barrichello, su escudero más fiel, el 1b, resultó vital en sus éxitos.
El paso del equipo Schumacher - Todt por Ferrari ha supuesto mucho más que seis Mundiales de Constructores; es la puesta en marcha de una máquina imparable.


Pole en Suzuka 2004

La característica más destacada de Michael es su habilidad para conducir con lluvia, aunque existen otros factores que lo sitúan por encima de otros pilotos, como su capacidad para soportar la presión, exigir lo máximo a su coche en momentos críticos y conseguir vueltas rápidas cuando la estrategia lo exige.
Sin embargo lo más llamativo de Schumi es su actitud; aunque es común entre los grandes campeones la obsesión por ganar, él lo lleva al extremo, elevando la exigencia, los sacrificios, hasta pasar por encima de rivales, reglamento e incluso compañeros, como demuestra su enemistad con Eddie Irvine.
Michael Schumacher es la victoria a cualquier precio.

Su leyenda negra ha crecido a lo largo de los años, bajo cierta permisividad de la FIA, ganando una merecida fama de marrullero por sus acciones en la pista, que le costaron un Campeonato del Mundo, y de irascible por su trato con el personal del paddock, sin contar con los accidentes provocados por su desprecio de la seguridad de los mecánicos.



Si existen dos momentos por los que Schumacher será recordado no son maniobras brillantes, dónde ponga de manifiesto su habilidad sobrehumana con un adelantamiento imposible o una vuelta perfecta bajo la lluvia sino, por desgracia, por las acciones más criticadas y estudiadas de la Fórmula 1 moderna.
En 1994 Damon Hill llegaba a la última carrera con un punto menos que Michael Schumacher, tras varias sanciones del piloto de Benetton. El Mundial de Pilotos sería para el que quedase delante en el Gran Premio de Australia, un fin de semana crítico, lleno de tensión; y bajo la mirada exhaustiva del Gran Circo llegó la sorpresa: el inesperado choque entre los líderes, que dejaba a ambos fuera y daba su primer Campeonato del Mundo a Schumacher.
Aunque resulta difícil identificar quién fue el culpable, el hecho de que esa acción beneficiara a Schumi siempre ha provocado sospechas. Era el hito que convertía su carrera en sinónimo de juego sucio.


Hill y Schumacher
Albert Park, 1994

Tres años después se repetía la misma situación, esta vez con Jacques Villeneuve un punto por detrás de Michael antes de disputarse el Gran Premio de Europa. Con todos los ojos puestos en el duelo, con el suceso de Hill en la memoria, la osadía de Schumacher fue más allá de lo que nadie pensaba y, deliberadamente, estrelló su coche contra el Williams.
Esta vez no sólo su rival permaneció en pista mientras él abandonaba; la FIA consideró que había llegado demasiado lejos y descalificó a Schumacher, quitándole todos los puntos conseguidos durante la temporada.


Schumacher y Villeneuve
Jerez, 1997

En muchas ocasiones Michael Scumacher ha sido protagonista de acciones sucias, y su Ferrari ha sido denunciado por irregularidades, aunque pocas veces la FIA ha decidido sancionar al heptacampeón, demasiado importante en la Fórmula 1, tanto como la propia Scuderia.
El brilante palmarés del piloto con más títulos de la historia siempre ha estado bajo la sombra de la sospecha.
Pero a pesar de su actitud marrullera su calidad dejaba claro que no necesitaba vivir al límite del reglamento, como ha demostrado en los duelos con los grandes. Al inicio de su carrera Schumacher tuvo ocasión de competir con leyendas como Prost y Senna, y antes de retirarse con el bicampeón Alonso; la lista de sobresalientes pilotos que se han enfrentado a él es extensa, desde Hill a Montoya, aunque un nombre sobresale por encima de todos.



Senna, Prost y Schumacher
Silverstone, 1993

Mika Häkkinen es el rival de Michael Schumacher.
Empezaron a competir en la Fórmula 3, duelo que se trasladó a la Fórmula 1 al cambiar de categoría, casi simultáneamente. Ambos se enfrentaron en su plenitud, con igualdad tecnológica entre Ferrari y McLaren, dejando momentos históricos como el Gran Premio de Bélgica de 1999; la competitividad llevada al límite hizo sufrir su accidente más grave a Schumacher, al romperse la pierna en el Gran Premio de Inglaterra en 2000.
Cuando Mika se retiró, tras ganar dos Campeonatos del Mundo frente a Michael, el camino quedó libre para la superioridad de Ferrari lograda bajo la dirección de Jean Todt, ahí empezaron las temporadas históricas, donde el duo batió todas las marcas sin un rival a la altura.


Häkkinen y Schumacher
A1 Ring, 1998



Häkkinen y Schumacher
Monza, 1998

A pesar de que ese lado oscuro alimenta el mito, a pesar de tener una personalidad atípica, la de un alemán perfeccionista pero apasionado, a pesar de ser un profesional con momentos infantiles y, sobre todo, a pesar de su impresionante palmarés, Michael Schumacher nunca será un piloto legendario; su carisma no acaba de conectar con el Gran Circo, muchas de sus victorias han sido sencillas y conseguidas en el pit lane ... le falta eso que tienen las leyendas.
Aun así, Schumi ha marcado este deporte, y por eso su despedida en 2006 es el fin de una era; desde hace una década es el piloto a batir y desde ahora será la referencia. El Gran Circo pasará muchos años recordándole, buscando al nuevo Michael Schumacher, examinando cada nuevo talento, deseando ver la perfección al volante acompañada de un pronunciado lado oscuro, el sello distintivo del número 1.



La Fórmula 1 va a echar mucho de menos a Schumacher, el dueño de todos los registros, el poseedor de una carrera inalcanzable, el único a la altura de Fangio.
Sus marcas quedan para la Historia
.


7 Campeonatos del Mundo

91 Grandes Premios

68 Pole Positions

76 Vueltas Rápidas

190 Podios

22 Hat-Trick

1369 Puntos

26 noviembre 2006

Humor - Nuevo agente en Alias

Alias, creada por J. J. Abrams, es una serie de espías que impactó al público desde su primer episodio, con una trama mística, un enfoque cotidiano de los personajes e impresionantes secuencias de acción; un tratamiento insólito de un tema muy atractivo para la creación de historias.
Sin duda lo más llamativo de Alias, lo que la convirtió en un proyecto rompedor, es su protagonista, Jennifer Garner, una mujer de rasgos duros y físico impactante, tan amedrentadora como atractiva; Sydney Bristow es la revisión más revolucionaria de James Bond: una eficaz espía enviada a las misiones más arriesgadas, de la que se conoce su faceta más casera dentro de su doble vida, y que es movida únicamente por la venganza.

Desgraciadamente, por motivos desconocidos, el propósito de la serie se vió pronto corrompido y antes de acabar la primera temporada iniciaba se declive, sumergiéndose en una trama sin sentido y perdiendo totalmente la frescura. Los agentes dobles se paseaban por la CIA como si fuera su barrio, los secundarios, al más puro estilo de las series españolas, montan un bar y los protagonistas acaban rompiendo la tensión sexual no resuelta, como si Cybill Sheperd y Bruce Willis nunca hubieran existido.
A pesar de todo Alias guarda momentos que forman parte de la historia de la televisión. Quentin Tarantino, seguidor de la serie, dirigió y protagonizó dos capitulos, La Caja, que sin duda son los más brillantes; un cierto homenaje a La Jungla de Cristal, desde el primer guiño, con el equipo de terroristas saliendo de una furgoneta de Aires Acondicionados McTiernan.

La cadena ABC, responsable de su retransmisión, para celebrar sus cincuenta años de actividad se valió de Alias, uno de sus símbolos actuales, y de una serie histórica, Colombo, mezclándolas en un divertido entremés.
La CIA tiene un nuevo agente.



Por cierto, una cosa antes de irme ...

Como tantas veces hizo Peter Falk en el umbral de la puerta, aún hay que añadir algo. Dado que no todo el mundo se desenvuelve con soltura en el idioma de Shakespeare, Poe y Ben Affleck, parece adecuado hacer un resumen del gag.

Sydney Bristow y Michael Vaughn reciben la noticia de la llegada de un nuevo compañero, nada menos que el teniente Colombo, que confunde a Sydney con su padre, por el apellido, y a Vaughn con Luke Perry, por su aspecto.
Una vez iniciado el briefing de la misión, Colombo se muestra bastante perdido ante los tecnicismos habituales, asegurando que nadie podría comprender ese diálogo.
El teniente deja fuera de combate, por accidente, a Vaughn con el arma del operativo, una pistola de dardos oculta en un bolígrafo, e intenta asumir el protagonismo de la misión tomando el alias, que exige llevar bikini, preparado para Sydney.
Finalmente Colombo revela que no lo ha enviado la CIA desde su base en Langley, sino Michael Eisner, presidente de la cadena, incapaz de comprender Alias, con el objetivo de hacer la serie más fácil de seguir y más divertida. Se marcha con la satisfacción del deber cumplido, aunque Jack Bristow no lo considere divertido en absoluto.

19 noviembre 2006

Literatura - 300 (II)

El hecho histórico real al que se refiere 300, con mucha fidelidad, ocurrió del 7 al 11 de Agosto del año 480 antes de nuestra era; en una zona de Grecia dificilmente reconocible hoy día debido a la erosión.

Localización de las Termópilas en Google Earth

Aunque la referencia original es Herodoto, historiador de la antigüedad, los expertos han revisado exhautivamente su relato, atribuyéndole ciertas exageraciones, propias de los ganadores, aunque sin restar valor a la épica batalla, que presenta unos datos y circunstancias que la hacen legendaria.

La Batalla de las Termópilas

Tras la derrota de Darío I de Persia en su intento de conquistar la Hélade, finalizado de forma humillante en la Batalla de Maratón (490 a.E.), cuando los persas tuvieron que huir asustados a sus naves nada más desembarcar, su hijo Jerjes I se propuso reemprender el proyecto de su padre.
El imperio persa, bajo el mando de los dos gobernantes, reunía más de cien naciones conformando el ejército más grande jamás visto, que "secaba los ríos, agotaba las cosechas y hacía temblar el suelo a su paso".

Jerjes envió a sus emisarios a Grecia buscando la sumisión del mayor número posible de ciudades, usando la fórmula tradicional de exigir tierra y agua, con lo que consiguió muchos hombres conocedores de la zona que incorporar a la tropa invasora, reduciendo a su vez el poder defensivo de la Hélade.
A pesar del miedo que inspiraban los persas las ciudades más importantes, como Atenas, se negaron a someterse a aquellos a los que años atrás habían derrotado.
Los más explícitos fueron los espartanos que, tras escuchar la exigencia de tierra y agua, arrojaron a los mensajeros a un pozo.

Ahí tenéis toda la tierra y agua que queráis.

Después de cuatro años de preparación, en 481 antes de nuestra Era se inició la Segunda Guerra Médica.
El plan del emperador era movilizar a su populosa infantería por tierra, atravesando el Helesponto con un puente hecho de barcos, y aprovechar la fuerza naval para la logística y aprovisionamiento de un contigente tan enorme, estimado hoy día entre 250.000 y 400.000 hombres.
Los griegos se reunieron en Corinto para decidir cómo actuar ante la amenaza, enviando al encuentro de los persas un gran contigente al Valle de Tempe, a los que Jerjes evitó gracias a sus exploradores. Fue el momento en el que los helenos pensaron en las Termópilas.

El paso de las Puertas Calientes consistía en tres estrechos desfiladeros, con el mar al este y una montaña al oeste, tales que por el más ancho, estimado en 14 metros, apenas podían pasar dos carros. La historia antigua justifica que se enviara una pequeña fuerza para contener a los persas debido a fiestas religiosas, la Carneia, aunque en realidad un contigente reducido se ajustaba a la estrategia de defender un paso tan estrecho, dónde la superioridad numérica era algo inútil.
Sin embargo el riesgo era elevado, y se daba por hecho que sólo sería cuestión de tiempo que Jerjes lo atravesara; la mejor opción era pedir a Esparta que se encargase de las Termópilas y confiar en que la presencia del imponente Leónidas derrumbara la moral del ejército persa. Pero un guerrero como Leónidas sabía que se dirigía a la muerte, por lo que eligió a hombres de los que no dependiera una familia y se despidió de su mujer como un digno espartano:

Cásate con un buen hombre y ten muchos hijos.

Trescientos hoplitas espartanos, infantería pesada armada con lanzas, a la cabeza de siete mil griegos, construyeron defensas rudimentarias en el paso y se prepararon para recibir a una fuerza que los sobrepasaba ampliamente en número, con guerreros legendarios, los temidos Inmortales, y expertos arqueros, a los que los espartanos consideraban cobardes que evitaban enfrentarse a su enemigo. De hecho la moral de los hoplitas estaba muy alta, y cuando escucharon que las flechas de los persas, poco efectivas contra su armadura, cubrirían el Sol y no dejarían ver el cielo, un soldado llamado Dienekes exclamó:

Mucho mejor, lucharemos a la sombra.

Cuando Jerjes estuvo frente a las Termópilas, en Agosto de 480 a.E., sus exploradores le informaron de la fuerza que lo esperaba, y del comportamiento extraño de algunos de ellos, que se peinaban y perfumaban; cuando acudió a sus consejeros quedó asombrado con la explicación: esos hombres eran espartanos, tan dispuestos a luchar hasta el final que se preparaban para dejar un hermoso cadaver.
El emperador persa, impresionado, ofreció a Leónidas el trono de Grecia si se unía a él en su campaña; cuando el rey de Esparta mostró su rechazo Jerjes exigió en tono amenazador que entregaran sus armas y la contestación de Leónidas, histórica, significó el inicio de la batalla:

Μολών Λαβέ / Ven a por ellas

Tras cinco días acampado, soportando la insolencia de la diminuta fuerza griega, el 7 de Agosto el emperador persa ordenó el ataque, una primera oleada similar en número a los defensores, en la que hizo participar a los veteranos de la Batalla de Maratón y familiares de los caídos en la Primera Guerra Médica, sedientos de venganza, buscando una rápida victoria. En realidad lo que encontró, para su pesar, fue el plan perfecto de los griegos, que aplastó a sus hombres.
Los hoplitas, en la
vanguardia del ejército heleno, formaban en falange ocupando todo el ancho de las Termópilas, protegidos por su armadura pesada y su escudo, que cubría el cuerpo su portador y el de su compañero, lo que los convertía en un muro humano impenetrable; y armados con lanzas largas, desplegadas como un bosque afilado, que hacían inútiles las armas cortas de los persas.

La estrategia de Leónidas era tan sencilla cómo efectiva, aunque sólo podía llevarse a cabo correctamente gracias a la disciplina y entrenamiento de los espartanos. Los hoplitas atacaban sin abandonar la formación, empujando a lo largo del paso a los invasores, replegándose hacia las defensas al alcanzar el límite, para realizar un rápido contraataque y dirigirse de nuevo hacia el exterior del desfiladero, empujando a nuevas víctimas persas; en las breves retiradas la primera línea rotaba, permitiendo descansar a los que sufrían más desgaste y situando en vanguardia tropas frescas.
Jerjes descubrió que gracias al inteligente provecho que sacaba Leónidas al relieve de las Termópilas su superioridad numérica era inútil, ya que la propia Grecia cubría los flancos y la retaguardia de la tropa nativa. Asimismo quedó patente la diferencia entre los guerreros espartanos, nacidos para el combate, y el ejército persa, reclutado forzosamente entre naciones sometidas y que recibía órdenes a golpe de látigo, siendo obligado a luchar.
El rey de Esparta arengaba a los griegos, eufóricos al acabar el primer día con muy pocas bajas:

Jerjes tiene muchos hombres, pero ningún soldado.

El segundo día el emperador persa desplegó toda la potencia militar que poseía y así, tras lanzar a cincuenta mil guerreros contra los griegos y verlos caer frente a un enemigo al que superaban siete a uno, decidió movilizar a los Inmortales.
El cuerpo de élite del ejército medo, los Inmortales, creado y liderado por Hidartes, lo formaban 10.000 soldados, infantería pesada entrenada en combate cuerpo a cuerpo y a distancia; iban equipados con armadura ligera y escudo, tocados con una tiara, y armados con picas contrapesadas, espadas cortas y arco. Debido a la disciplina a la que eran sometidos, que obligaba a reemplazar a un soldado cuando no era apto como el combate, manteniendo siempre su número, con la exigencia de que todos sus miembros fueran persas, los hizo recibir la denominación de Athanatoi por parte de los griegos, con la que pasarían a la Historia.
Los Inmortales eran, de alguna forma, el equivalente de los espartanos, y su sola presencia infundía temor tanto a enemigos como a aliados; la táctica en la que estaban especializados, consistente en una carga de las unidades centrales mientras los flancos aseteaban al objetivo, parecía adaptarse muy bien a la situación de las Termópilas.

El choque entre los espartanos y los Inmortales fue el más brutal de toda la batalla, en el que los lacedemonios se emplearon a fondo. Las flechas de los Athanatoi se revelaron tan ineficaces como las del resto de persas, mientras que la carga fue un fracaso debido al poder militar de Esparta; los hombres de Leónidas pelearon hasta el límite de sus fuerzas, renunciando al refresco y los relevos, luchando por puro placer, como fanáticos, por aplastar a un enemigo a su altura.
La derrota de los Inmortales fue un golpe tremendo para los planes de invasión persa. Al final del segundo día las tropas de tierras sometidas empezaron a temer más a la lanza de Leónidas que al látigo de Jerjes.
Todo parecía perdido para el emperador persa, bloqueado por unos pocos hombres que, con un pequeño refuerzo, podrían mantenerlo inmovilizado el tiempo que quisieran, hasta que la moral de su ejército se desplomara. En ese punto crítico apareció Efialtes, un pastor de la zona, que ofreció a Jerjes una ayuda inesperada, revelando una ruta a través de las Termópilas apenas defendida.

Hidartes se dirigió con los Inmortales hacia hacia el otro lado del paso, haciendo huir a los guardianes del sendero. Al final de la jornada los griegos estaban rodeados, y permanecer en las Termópilas supondría una muerte segura, por lo que se reunieron en consejo.
Leónidas permitió la retirada del ejército heleno, aunque advirtiendo de la decisión de los espartanos, soldados profesionales, de permanecer hasta el final, según su ley; para sorpresa de todos los tespios, setecientos hombres con el príncipe Demófilo a la cabeza, decidieron quedarse con los lacedemonios que, admirados de su valor, los declararon aliados para la eternidad. Al amanecer del cuarto día mil guerreros, liderados por el rey de Esparta, se preparaban para afrontar su última batalla.
Leónidas despertaba su ferocidad, recórdándoles que iban a morir en ese combate.

Tomad un buen desayuno, porque hoy no habrá cena.

Y de nuevo Jerjes fue sorprendido, puesto que los griegos abandonaron el paso y fue Leónidas, y no las trompetas medas, el que dió la orden de ataque.
Los hoplitas combatieron de la manera más salvaje que pudieron, llevándose muchos persas con ellos. Ni siquiera la muerte de Leónidas los detuvo; por el contrario avivó su ira, provocando una lucha encarnizada por recuperar su cuerpo. Cuando las lanzas espartanas se quebraron, usaron sus espadas, y cuando éstas se rompieron pelearon hasta el agotamiento con sus propias manos.
Al caer, finalmente, el último hoplita de Esparta, el emperador persa ordenó profanar los cadáveres, buscando recuperar el ánimo de la tropa tras la batalla, aunque lo cierto es que la moral de los persas había muerto en las Termópilas: frente a las bajas griegas, casi únicamente las de la confrontación final, 20.000 invasores habían caído en el estrecho paso, entre ellos los temidos Inmortales.
Antes de avanzar Jerjes preguntó a sus consejeros si podían existir hombres más bravos que aquellos, si al vencerlos habían matado a los mejores de entre los griegos; cuando le contestaron que 10.000 guerreros tan valientes y fuertes como aquellos trescientos que yacían ante él lo esperaban en Esparta, deseosos de vengarse, supo que había sido derrotado.

Sorprendentemente, pese a las Termópilas y el desastre naval de Salamis, dónde los barcos persas sucumbieron ante la armada ateniense, el poderoso ejército de Jerjes avanzó por la Hélade y llegó a saquear Atenas. Esto, sin embargo formaba parte del plan griego, que ordenó el abandono la ciudad para enfrentarse a los invasores en la llanura de Platea, dónde fueron finalmente derrotados.
Leónidas y los trescientos hoplitas perdieron sus vidas, ganaron la guerra y conquistaron gloria inmortal.

Personalmente debo decir que 300 es la mejor novela gráfica que he leído; quizá haya mejores dibujantes, o personajes y tramas más interesantes, pero la concepción de Frank Miller es magistral.
300 hace vibrar, es emocionante y apasionante, además de transmitir grandes enseñanzas a aquellos, que como yo, no conocieran la historia antes de leer la obra. Porque si hay algo sobrecogedor, cuando se detiene su lectura, por lo impresionante algunos pasajes, es que ocurrió realmente, con hombres vivos que hoy son figuras históricas; pensar que alguna vez existieron personas tan valientes y esforzadas, capaces de sacrificarse porque era su deber.
Al llegar al final se desea que los hoplitas no mueran, que Leónidas esquive su destino, aunque al acabar la lectura se descubre que no podía ser de otra forma, que es lo que debía ocurrir, dónde reside la épica, la grandeza, porque si existe algo increíble, distinto, que hace única esta historia que cuenta 300 es el hecho de que una muerte, una aparente derrota, en realidad suponga una enorme victoria; no sólo porque el plan persa finalmente fracasó, o porque nadie se acuerde ahora de Jerjes, más allá de ser el enemigo en las Termópilas.
Leónidas I y sus trescientos hoplitas de Esparta vencieron a la muerte.

En el lugar de la batalla, en lo que fueron las Puertas Calientes, figura una inscripción que recuerda la hazaña legendaria que alí se vivió, el epigrama de Simonides.



Ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι
Viajero, ve y dí a los Lacedemonios que obedeciendo sus leyes aquí yacemos