El Gran Premio de Mónaco es la joya de la corona del Gran Circo.
Las calles de Montecarlo están llenas de esas dos palabras que convierten una victoria en ellas en una conquista más allá de la gloria: historia y glamour. En Mónaco las características del coche se vuelven irrelevantes, las distancias entre escuderías se acortan al mínimo y son los pilotos los que establecen las diferencias; esa es la razón por la que la leyenda de este Gran Premio la escriben los más grandes.
El lujo de Montecarlo inunda la carrera, que se transforma más que nunca en un Gran Circo, ostentoso, deslumbrante y espectacular.
El escenario, las calles, el puerto, el túnel, todas las curvas que se pueden nombrar y recorrer de memoria, exprimen también la habilidad de los pilotos hasta conseguir un evento extraordinario, que hace volver los ojos del mundo hacia el fin de semana en la Costa Azul.
Desde que Anthony Noghès, recordado con la útima curva, creara la carrera, todos los años Mónaco ha tenido algo que contar. Accidentes tan llamativos como los sufridos por Paul Hawkins y Alberto Ascari, rescatados tras caer a las aguas del puerto, forman, tanto como las victorias inolvidables, la historia de este Gran Premio, más viva que en ninguna otra pista.
En la cumbre de los ganadores de esta carrera no podía estar otro que no fuera el mítico Ayrton Senna, con seis victorias de diez participaciones, aunque el título de Mister Mónaco lo ostenta Graham Hill, capaz de remontar desde un quinto puesto hasta su quinta victoria.
El set up del circuito es tan sencillo como distinto al habitual; el principal problema que plantean las tortuosas calles de Montecarlo, con las curvas más estrechas del Campeonato del Mundo, es la refrigeración. El motor apenas sufre debido a la pequeña exigencia de potencia, pero la falta de rectas, de velocidad punta, hacen mínima la entrada de aire. Por este motivo uno de los puntos de trabajo de los ingenieros es la aerodinámica, configurada al máximo con la inclusión de más alerones y deflectores, aprovechando la poca importancia de alcanzar velocidades altas; de esta forma se pretende además aumentar el agarre, a lo que ayudará una suspensión extrablanda, con la que se pretende mantener las ruedas pegadas el máximo tiempo posible al suelo.
Los pianos sobre los que los monoplazas botarán mucho más de lo normal, y sumados a la vibración de los baches del firme, una calle al fin y al cabo, serán el principal enemigo de los neumáticos; paradójicamente éstas son las causas de la reducida maniobrabilidad, en lugar de la falta de grip propia de un circuito urbano.
Con todos los datos acerca de lo tortuoso del circuito y la lentitud extrema en algunas de sus curvas, el aspecto mécanico que pretenden optimizar los ingenieros es la aceleración, mediante una caja de cambios con unas relaciones cortísimas.
El resultado de los reglajes es un muro aerodinámico preparado para botar, girar al máximo y cambiar su velocidad de forma explosiva; causas que sumadas al glamour de Mónaco obligan a crear un monoplaza único y especial.
En cuanto al trazado en sí, poco hay que decir: todas las curvas son peligrosas, y las posibilidades de adelantamiento son nulas. Las protecciones, guardarraíles al borde de la calzada que habitualmente acaban cubiertos de goma por el roce, convierten en impacto cualquier salida de la trazada; y en los puntos críticos un error suele significar, no ya un abandono, sino un accidente.
Unida a esta predisposición a los incidentes, la ausencia de escapatorias con frecuencia hace que una avería sea motivo de salida del Safety Car, lo que significa que cualquier carrera en las calles de Montecarlo es imprevisible.
La dureza de la pista nunca resultó tan evidente como en 1996, cuando sólo cuatro coches consiguieron cruzar la meta.
Gracias a Santa Devota, la Nouvelle Chicane y La Rascasse el espectáculo está garantizado; de principio a fin, todos los metros son interesantes, historia de este espectáculo.
El Grand Prix de Monaco es la ordalía de los pilotos.
La mejor definición del Gran Premio la dió Keke Rosberg, reflexionando sobre el circuito más peligroso:
Mónaco con mas de 1000 caballos era muy emocionante, porque la pista estaba muy bacheada. Si algo iba mal al alcanzar 300 km/h en la subida hacia el Casino ... ¡Aterrizabas en Italia!
4 comentarios:
Aún recuerdo a Rosberg adelantando a Alboreto en un ¡FERRARI! en la subida a St. Devotte ¡DOS VECES! Qué malos tiempos aquéllos.
Ahora empezará la polémica de si Mónaco debe seguir en el calendario o no, y habrá gente que lo nombre en la misma frase que Montmeló o Hungría. Sacrilegio. El día que la palme alguien allí irán a por nosotros a degüello.
Si algún día alguien (no miro a nadie) se atreviera a sugerir que hay que quitar Mónaco del calendario, se crearía un agujero de gusano y sería enviado al otro extremo de la galaxia.
La F1 existe porque existe Mónaco. No conozco a nadie que siga esto en serio que no diga "yo empecé a ver la F1 porque me gustaba ver los coches en Mónaco".
PD: quinto a primero de Hill, y último a quinto de Schumacher.
Lo mejor de todo esto es que quince días después viene Canadá. Como carrera para mí es la mejor del año.
Creo que he dicho todo sobre Mónaco, y aunque el calendario se construya alrededor de este Gran Premio que tanto nos gusta, aquí nada es imprescindible.
A mí me convirtió en aficionado mi circuito favorito: Spa-Francorchamps.
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