24 abril 2007

Cine - Los Siete Samuráis

Un maestro en su arte es capaz de crear obras que sobrecogen por su sencilla perfección, que le otorgan el reconocimiento que se le entrega al hombre que se ha encontrado con aquello para lo que ha nacido. Cuando se enfrenta a su mejor pieza, a su creación definitiva, lo hace con la visión del destino: un hito en la historia, un momento trascendente, su conversión en Inmortal.
El cine ha conocido grandes maestros pero, de entre los elegidos, muy pocos tan enormes como Akira Kurosawa,
黒沢 明.

La filmografía de Kurosawa es legendaria, y muchas de sus películas servirían como obras maestras para otros directores; después de ver creaciones tan innovadoras como Rashomon,
羅生門, o tan vibrantes como Yojimbo, 用心棒, o cualquiera de sus adaptaciones de Shakespeare parece imposible hacer algo mejor.
Sin embargo Shichinin No Samurai,
七人の侍, es una de las mejores películas de todos los tiempos, brillando como culminación de la carrera de Akira..
Los Siete Samuráis, rodada en 1954, recreando el Japón Feudal en blanco y negro, con las complicaciones técnicas de la época, y narrando una historia épica durante más de tres horas ofrece un planteamiento poco atractivo a primera vista. Sin embargo la atmósfera, la grandeza de este cuento de samuráis y sus enseñanzas elementales convierten su visionado en una experiencia trascendental, una degustación de otra forma de ver la vida, que a pesar de su extensión deja con ganas de más, de seguir al viejo
rōnin Kambei y su sabiduría sobre la victoria.

La Trama

Una aldea es asaltada por bandidos, que saquean sus pobres recursos; sus habitantes, campesinos, discuten sobre la forma de enfrentarse a un nuevo ataque en la próxima cosecha. La decisión es contratar un samurái en la ciudad, uno "hambriento" a fin de salvar la distancia entre sus clases en la rígida sociedad feudal.
Tras muchas desventuras Kambei Shimada,
島田勘兵衛, un viejo samurai sin señor, un rōnin, 浪人, acepta como pago las tres comidas diarias, aunque su visión de estratega exige contratar más guerreros. Tras reunir un grupo variado, desde el letal y silencioso Kyūzō, 久蔵, hasta el loco Kikuchiyo, 菊千代, se dirigen al pueblo a preparar las defensas.



El grupo prepara a los aldeanos con adiestramiento militar y refuerza las defensas, creando una estrategia para el combate.
Los samuráis alteran la vida de la aldea más allá de los preparativos de guerra y se relacionan con los campesinos a pesar del recelo mutuo provocado por la distinta casta entre extraños. Aunque impera el sentido del humor de Kambei y la comicidad de Kikuchiyo, e incluso el aprendiz Katshushir
ō Okamoto, 岡本勝四郎, inicia un romance con una joven, la situación estalla cuando los guerreros descubren que los lugareños han robado en el pasado a samuráis, haciendo rapiña en campos de batalla.
Es Kikuchiyo, que revela su deshonroso pasado como granjero, el que convence a sus compañeros para continuar ayudando a los campesinos, sometidos a una vida durísima.

El primer contacto con los bandidos es una incursión en su guarida, que tiene como resultado la muerte de Heihachi Hayashida,
林田平八, disparado por uno de los tres arcabuces que posee la banda.
El asalto de los bandidos se ve frenado por las defensas, inesperadas en una pobre aldea, y que convierten una sencilla carga en un asedio. Durante la noche
Kyūzō se infiltra en el campamento enemigo a fin de acabar con su potencia de fuego, algo que no consigue del todo.



Cuando los bandidos lanzan su ataque definitivo se revela la estrategia de Kambei: los aldeanos, formando un muro de lanzas, permiten el paso de los asaltantes al interior del pueblo, pero de uno en uno, para que puedan dar cuenta de ellos. Aunque el plan funciona a la perfección, el cansancio comienza a afectar su efectividad y finalmente se decide dejar pasar agrupados a los últimos enemigos
. Durante la batalla final Kyūzō, Kikuchiyo y Gorōbei Katayama, 片山五郎兵衛, pierden la vida, asesinados por las deshonrosas armas de fuego.

Cuando todos los bandidos han sido derrotados, y su líder ha caído víctima de un último esfuerzo de Kikuchiyo, merecedor del nombre de samurái, sólo quedan en pie el veterano Shichir
ōji, 七郎次, el joven Katshushirō y su sensei Kambei Shimada, que mientras contempla a los campesinos volver felices a su vida cotidiana medita con amargura acerca de los vencedores de esta batalla.

La Herencia

Considerada como la primera película de acción, este cuento de samuráis es una narración realista, pegada a la vida, porque es drama, es comedia y es aventura. La maestría con la que está contada esta
historia, pausada y vivaz por momentos la sitúan, para expertos y publico, entre los mejores largometrajes de todos los tiempos.
Akira Kurosawa
es una referencia hacia la que miran los jóvenes artistas, como él hiciera con su admirado William Shakesperare.

En principio la idea de Kurosawa era contar un día en la vida de un samurái y, mientras la desarrollaba conoció la historia real del pueblo que contrata un defensor.
El proceso perfeccionista le llevó a escribir de forma exhaustiva los más mínimos detalles de todos los personajes con diálogo. Esta laboriosidad es la que da ese toque distintivo, además del héroe anciano, a un esquema muy repetido a partir de entonces: un héroe que reúne un grupo variado con una meta común.
La visión más directa de su influencia es la versión western realizada por John Sturges, Los Siete Magníficos.

Aunque no sólo detalles de su guión, extenso y variado, han sido el legado de Shichinin No Samurai.
Los movimientos de cámara, capaces de recorrer las caras de todos los personajes en una secuencia o atravesar velozmente el campo de batalla, revolucionaron el planteamiento de los rodajes; y el uso de cámara lenta para magnificar la violencia del combate o las secuencias de imágenes poderosas, como los bandidos apareciendo desde el horizonte sobre una colina, se repetirán como elementos fundamentales una y otra vez a lo largo de la historia del cine.



El legado de Kurosawa como autor, guionista y director, a nivel técnico y dramático es incontestable, gracias en parte al enfoque occiental de algunos de sus títulos.
Un ejemplo de su control sobre la magia cinematográfica es el hecho curioso de que Seiji Miyaguchi, que interpreta al diestro espadachín
Kyūzō, jamás había tocado una espada antes del rodaje de Los Siete Samuráis. Un acierto de casting como él, una puesta en escena cuidadosa, una edición precisa y una filmación magistral lo convirtieron, gracias a Akira, en un letal asesino.

El carácter del director quedó profundamente reflejado en la película. La producción pasó por serias dificultades y Kurosawa, que llegó a parar el rodaje por falta de caballos en para las batallas, se enfrentó cara a cara con los ejecutivos del estudio Toho; que casi acaba en bancarrota debido a la realización simultánea de Gojira. Afortunadamente Los Siete Samuráis se convirtió en la película japonesa con mayor recaudación.
Aunque la parte más importante de la implicación personal, biográfica, del director es la apasionada declaración de Kikuchiyo a favor de los campesinos. Kurosawa, de ascendencia samurái, lo planteó como una disculpa de la antigua clase alta hacia aquellos que los mantuvieron con su esfuerzo; una reconciliación de una época feudal no muy lejana.

La Experiencia

Como leer un texto milenario o escuchar una sinfonía compleja, asistir a esta pequeña historia japonesa es mucho más que ver una película y a la vez es una forma fantástica y entretenida de pasar una tarde.

Resulta increíble como tres horas de un clásico en blanco y negro se hacen livianas y dejan con ganas de más.

Los dos personajes principales, Kambei y Kikuchiyo, son dos formas distintas de enferntarse al mismo personaje: el héroe desinteresado, que lucha por aquello que cree correcto, afrontando con humor un destino que, con seguridad, será muy duro.
Estos samuráis de Kurosawa son la versión oriental de los paladines europeos.

Kikuchiyo, al que su origen separa de su ansiada condición de caballero, se comporta como un loco valiente, consciente de que nunca será reconocido imita con sorna los modos del guerrero que pretende ser. Sin embargo, su muerte gloriosa demuestra que se encuentra al nivel de sus compañeros, alcanzando finalmente su destino, convertido en un auténtico samurái.
Kikuchiyo alza la bandera del grupo como su miembro distinto, fascinado por el carisma de su líder.



Kambei es un viejo r
ōnin que ha comprendido el verdadero sentido de la victoria. Los combates a sus espaldas han acabado con sus compañeros, no le han permitido tener un hogar y lo hacen dependiente de su habilidad hasta el fin de sus días: su visión de estratega le ha hecho valorar que todos los enemiigos muertos no han sido más que derrotas sin fin.
Aún así, este samurái iconoclasta es capaz de abandonar la rigidez de su clase para ayudar al que lo necesita, como resume el corte de su peinado tradicional para salvar a un niño valiéndose de su inteligencia más que de la fuerza.
Kambei
es templado y tranquilo, y se comporta como un maestro, un sensei,
先生, con todo aquel que escucha sus palabras, compartiendo su sabiduría fruto de la experiencia; una visión clara, distinta, sobre ideas habituales, destacando sobre todas la interpretación de lo que significa ganar.
Es un héroe legendario, capaz de arriesgar su vida por un plato de arroz.

La historia, centrada en la defensa de un pueblo, es la de la batalla que se pelea por otros; en la que se corren grandes riesgos con la intuición fatal de que dolor es lo único que se sacará de ella.
Akira Kurosawa habla de los grandes retos de la vida, aquellos de los que no se espera recompensa más allá de unas cuantas cicatrices. Los samuráis, como paladines, aceptan su funesto destino sabiendo que los únicos beneficiados serán los campesinos, que los desprecian y temen, puesto que luchar es lo único que saben hacer y, al convertirse en r
ōnin, ellos y sus principios son su único Señor, su Shōgun, 将軍:しょうぐん.

El amargo final de Shichinin No Samurai son palabras de ánimo para todos los derrotados, para que continúen luchando cuando creen que deben.



Para mi sensei, El Profesor, un auténtico samurái.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno,bueno, si hemos cambiado de tema... menos mal.
Aunq justamente a mí esto de los samurais...
En fin, q no doy una y encima escribes unos testamentos hijo mío.
Saludos desde el Inframundo.

Anónimo dijo...

No he visto la película, empecé a leer, pero he decidido no terminar tu comentario hasta que no la haya visto, por la extensión y los vídeos...casi la vería si lo leyese todo, prefiero disfrutarla (hablas con tanta pasión de ella que no queda más remedio...) y luego la comentamos.

Ah!!! no había vuelto a entrar pq se me borraron los favoritos, y he sido una perezosa para volver a ponerlo...eso de escribir una dirección a manija...

Un saludo primo.

Unknown dijo...

La verdad es que tras leer esta sinopsis, ver reflejados ciertos paralelos, y disfrutar de tu literatura, no me queda otra que ver la película.

Lo que más me gusta - y a lo mejor me estoy equivocando de lleno por haberlo entendido mal - del ronin, del "héroe", es que no busca fama, ni gloria, busca sobrevivir con un plato de comida. Es un personaje "obligado" a ser héroe; las circunstancias y el hambre le empujan a ello.

Pasaba desapercibido hasta que alguien se fijo en él y le pidió el brillo afilado de su katana.

Me gustan esta clase de personajes, los que pasan desapercibidos, con un toque agridulce de "anti-héroe".

Pero me queda pendiente ver esta película. Y lo mejor podré opinar mucho mejor.

David dijo...

Por esas razones esta entrada tiene esa dedicatoria a mi sensei, literalmente maestro o, mejor para mí, El Profesor.